Usar el movimiento y la conciencia corporal para vivir mejor las emociones
Nuestras emociones están profundamente conectadas con el cuerpo. La ira, el miedo, la tristeza o la alegría no son solo estados mentales: se manifiestan físicamente, en la tensión de los hombros, la respiración bloqueada o un nudo en el estómago. El yoga ofrece un espacio seguro y compasivo para sentir, explorar y liberar esas sensaciones.
Cada postura puede reflejar nuestro estado emocional. Una torsión puede ayudar a liberar un exceso emocional. Una apertura del corazón como Ustrasana (el camello) puede evocar recuerdos o provocar lágrimas inesperadas. Es parte del proceso. El tapete se convierte en un terreno de exploración y autoempatía.
Este artículo propone el yoga como una herramienta para regular las emociones. A través de la respiración consciente, el movimiento suave y la atención plena, es posible crear una relación más sana y serena con lo que sentimos. Practicar no es evitar, sino contener y acompañar.
Al finalizar la sesión, la calma no solo es física. También proviene de haber acogido una emoción, haberla procesado y, tal vez, haberla transformado. El yoga no borra las emociones, pero nos enseña a atravesarlas con gracia y fuerza interior.